Historia del anarquismo

Muchos libertarios han manifestado que realmente las ideas anarquistas han estado desde siempre presentes en la humanidad,[1][2][3]​ de ahí que a veces se mencione la expresión anarquismo moderno [4]​ para nombrar a las teorías que se desarrollaron en el siglo XIX. La base anarquista en la política moderna proviene de muy variadas fuentes y criterios, pero esencialmente el anarquismo es una ideología filosóficamente individualista-racionalista y asociativista, correspondiente a la edad contemporánea.

Fuera de esos criterios es discutible y casi anecdótico hablar de anarquismo propiamente dicho.

  1. En Anarcosindicalismo (teoría y práctica), el anarquista alemán Rudolf Rocker comenta:
    Las ideas anarquistas aparecen en todos los períodos conocidos de la Historia, por más que en este sentido quede aún mucho terreno por explorar. Las hallamos en el chino Lao-Tse —La Marcha y el Camino cierto— y en los últimos filósofos griegos, los hedonistas y los cínicos, como en otros defensores del llamado "derecho natural", especialmente en Zenón, quien, situado en el punto opuesto al de Platón fundó la escuela de los estoicos. Hallaron expresión en las enseñanzas del gnóstico Carpócrates de Alejandría y ejercieron innegable influencia sobre ciertas sectas cristianas de la Edad Media, en Francia, Alemania y Holanda, todas las cuales cayeron víctimas de salvajes persecuciones. Hallamos un recio campeón de esas ideas en la del anarquismo historia de la reforma bohemia, en Peter Chelcicky, quien en su obra Las redes de la Fe sometió a la Iglesia y al Estado al mismo juicio que les aplicará más tarde Tolstoi. Entre los grandes humanistas se destaca Rebeláis, con su descripción de la feliz abadía de Théleme —Gargantúa— donde ofrece un cuadro de la vida, libre de todo freno autoritario. Sólo citaré aquí, entre otros muchos precursores, a Diderot, cuyos voluminosos escritos se encuentran profusamente sembrados de expresiones que revelan a una inteligencia verdaderamente superior, que supo sacudirse todos los prejuicios autoritarios.
  2. En el capítulo III de La ayuda mutua: un factor en la evolución Archivado el 28 de noviembre de 2006 en Wayback Machine., el anarquista ruso Piotr Kropotkin comenta:
    Los hombres primitivos, como hemos dicho antes, hasta tal punto identifican su vida con la vida de su tribu, que cada uno de sus actos, por más insignificante que sea en sí mismo, se considera como un asunto de toda la tribu. Toda su conducta está regulada por una serie completa de reglas verbales de decoro, que son fruto de su experiencia general, con respecto a lo que debe considerarse bueno o malo; es decir, beneficioso o pernicioso para su propia tribu. Naturalmente, los razonamientos en que están basadas estas reglas de decencia suelen ser, a veces, absurdos en extremo. Muchos de ellos tienen su principio en las supersticiones. En general, haga lo que haga un salvaje sólo ve las consecuencias más inmediatas de sus hechos; no puede prever sus consecuencias indirectas y más lejanas; pero en esto sólo exageran el error que Bentham reprochaba a los legisladores civilizados. Podemos encontrar absurdo el derecho común de los salvajes, pero obedecen a sus prescripciones, por más que les sean embarazosas. Las obedecen más ciegamente aún de lo que el hombre civilizado obedece las prescripciones de sus leyes. El derecho común del salvaje es su religión; es el carácter mismo de su vida. La idea del clan está siempre presente en su mente; y por eso las autolimitaciones y el sacrificio en interés del clan es el fenómeno más cotidiano. Si el salvaje ha infringido algunas de las reglas menores establecidas por su tribu, las mujeres lo persiguen con sus burlas. Si la infracción tiene carácter más serio, lo atormenta entonces, día y noche, el miedo de haber atraído la desgracia sobre toda su tribu, hasta que la tribu lo absuelve de su culpa. Si el salvaje accidentalmente ha herido a alguien de su propio clan, y de tal modo ha cometido el mayor de los delitos, se convierte en hombre completamente desdichado: huye al bosque y está dispuesto a terminar consigo si la tribu no lo absuelve de la culpa, provocándole algún dolor físico o vertiendo cierta cantidad de su propia sangre. Dentro de la tribu todo es distribuido en común; cada trozo de alimento, como hemos visto, se reparte entre los presentes; hasta en el bosque el salvaje invita a todos los que desean compartir su comida.
  3. Taiji Yamaga, Sobre Lao-Tsé y el Taoísmo, sitio digital 'Seminal Libertario', otoño de 1957, cita: Leyendo lo que Lao Tsé escribió nos podemos dar perfecta cuenta que nuestro filósofo odiaba la autoridad religiosa, la del Estado y la de la moral.
  4. El Estado y el anarquismo moderno, 14 de febrero de 2014.

© MMXXIII Rich X Search. We shall prevail. All rights reserved. Rich X Search